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lunes, 6 de febrero de 2012

abismos peligrosos la constante entre cucuta y bucaramanga

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Del vehículo en el que se viaje desde Cúcuta hasta Bucaramanga, dependen las dolencias en el cuerpo para un viajero que vaya de paseo, de negocios o por otras razones.

Si es en un bus con calefacción, que tiene seis ejes, cuatro en la parte trasera y dos adelante, probablemente no se sientan tanto los primeros baches y huecos que hay entre estos puntos.

Pero si es en un carro normal, con capacidad para cuatro o cinco pasajeros, la historia cambia, y lo que era un leve espasmo muscular, se puede convertir en más que un dolor de cabeza.

Aunque no se registran todos los días, varios son los atascos vehiculares en la salida de Los Patios. Allí la extensión de la vía, y la doble calzada que se está construyendo hasta la capital de Santander originan trancones que no pasan de los 15 minutos.

Quienes consiguen superarlos rápidamente, se encuentran con una carretera en línea recta que los lleva hasta el sector conocido como Los Vados, donde aún no comienza la travesía en el vehículo, sea cual sea, pues la carretera, hasta ese punto, está en buenas condiciones.

Así como el clima de Cúcuta, que es de casi 28 grados centígrados a la sombra en un día normal empieza a cambiar, también lo hacen las condiciones de la vía.

Un equipo periodístico de La Opinión recorrió en carro todos los puntos álgidos de esta vía, y este fue el panorama.

Las bombas, sin gasolina


Avisos pintados con toda clases de marcadores o aerosoles en las estaciones de gasolina que hay dispuestas sobre la vía, que indicaban la falta de combustible, es el primer requisito para que el conductor no tenga otros contratiempos en el viaje. Papeles con mensajes como ‘no hay gasolina’ o ‘no tenemos ACPM’ se vieron pegados sobre los tanques en las bombas.

Pese a que saliendo de Cúcuta, sobre Los Patios y hasta el sector de La Garita se observaron retenes policiales, varios vehículos y buses intermunicipales convirtieron las vías casi en pistas de carreras, sobrepasando los límites de velocidad y llegando casi a los 100 kilómetros por hora.

Sin embargo, lo que los frenó no fueron los uniformados o los paleteros que indican detenerse o seguir sobre los tramos donde se están efectuando algunas obras. Lo que llevó el pie al freno, y bajar la barra de cambios de quinta a primera, fueron las pérdidas de banca.

¿Pérdida de banca?


Para quien no es experto en vías, o un conductor de tráfico pesado o Policía de Carreteras, el término ‘perdida de banca’ no es muy común, es más, puede confundirse hasta con conceptos políticos como la desintegración de una bancada, que son miembros de un grupo político que representan a su partido en una corporación.

No obstante, la ‘pérdida de banca’, para los ojos de un pasajero, no es más que la destrucción de la vía por donde pasa el bus o el carro en el que va. Desde los ventanales se observa una especie de cráter en el pavimento que pareciera, le pesan las toneladas de un vehículo, y que entre otras, amenaza con seguirse cayendo.

La pérdida de banca, como la primera que se observa desde Cúcuta hacia Bucaramanga, a 7 kilómetros del sector conocido como Peñas Blancas, reduce la vía a un solo carril y genera restricciones en el paso para los vehículos que transitan en ambos sentidos.

Ante las afectaciones en las carreteras sobre este punto, la Concesionaria San Simón inició trabajos de adecuación en Peñas Blancas para mitigar los deslizamientos de tierras y material rocoso sobre la carretera.

Allí se están efectuando excavaciones de la montaña con maquinaria especial para reacomodar la falda de la montaña.

Los trabajos comenzaron el pasado primero de febrero y se prolongarán por 40 días, desde las 8:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana.

No obstante, como si fueran un escudo, el común denominador de estas fallas en la vía son las canecas pintadas con amarillo y negro, y rodeadas con cinta de ‘peligro’ que más que proteger, expresan el riesgo de pasar por esos tramos.

Sin haber alcanzado a respirar tres veces seguidas y pasando el susto de la primera rotura de la carretera, se encuentra la siguiente pérdida de banca. Allí, en el kilómetro 35, en el sector Quebrada Palermo, los vendedores de mandarinas y piñas aprovechan que los funcionarios del Instituto Nacional de Vías (Invías) paren el tráfico para poder vender sus productos.

Mientras unos ganan, como Aurelio Montaña, quien en un día productivo vende hasta doce paquetes de mandarina, otros como Andrey Carmona, pierden tiempo para llegar a sus destinos.

“Estoy llevando material de construcción para Chinácota desde Cúcuta, y esto, fuera de ser un peligro, también es una pérdida de tiempo para nosotros los trabajadores”.

Los 28 grados centígrados se van desvaneciendo y en el recorrido se empieza a sentir un clima más templado, lo que les da a conductores y pasajeros un aire de tranquilidad.

Contrario a lo que podría pensarse, por el mal estado de estas vías, por allí transitan los camiones de carga pesada y tractomulas, que a sabiendas de los puntos críticos se someten a cada metro y kilómetro inestable para llegar a sus destinos.

Luego de estos tramos, las aceleradas en los carros, camiones, buses y motocicletas no permiten subir el cambio de tercera a cuarta o quinta, pues en el kilómetro 46 otra pérdida de banca obstaculiza el camino.

Allí, de manera sarcástica, los vecinos del paso en Villa Marina, sobre el kilómetro 46, aseguran que le van a comprar una torta al enorme hueco que se registra y que bordea las llantas de los vehículos.

Al ponqué le quieren poner una vela que indique un año, tiempo en el que la falla en el pavimento se originó y que no ha sido intervenido por las autoridades.

“No creo que le cantemos el cumpleaños, pero sí estamos pensando en celebrarle algo a semejante hueco”, comentó Richard Atuesta, un vecino.

Se parece a un cañón


El punto más peligroso, impactante y que se lleva todos los honores en cuanto a pérdida de bancas, es el del kilómetro 55.

Está ubicado en inmediaciones al sector El Diamante y refleja los estragos y la furia de las más recientes lluvias, producto de la ola invernal.

Esta falla en el camino, aunque no ha cobrado víctimas ni heridos, se registra en una curva donde se percibe que se han perdido más de 4 metros del ancho de la carretera. Entre sus características resalta que es un tramo de doble vía y hasta el momento no tiene funcionarios que indiquen una restricción en el camino.

Al igual que los otros puntos afectados, está rodeada por cintas amarillas y canecas que hacen las veces de barricadas: lo que los conductores se preguntan es ¿estas improvisadas señales de tránsito son funcionales en las noches, sobre este tramo que conduce hacia el interior del país?

Metros más delante hay una especie de bahía que algunos conductores usan para estacionarse, estirar las piernas y aprovechar para tomar fotografías de lo que asimilan como un cañón, pues abajo reposan los escombros de lo que antes fueron los parales de una carretera.

Como pistas de carreras


ImageDesde este punto la carretera surge una leve transformación, las líneas amarillas empiezan a delimitar el camino y el frío ya anuncia que Pamplona está más cerca.

El exceso de velocidad que antes se percibía, ahora se hace evidente, pues el estado de la carretera lo permite. En mayoría, los conductores que quieren adelantar, son prudentes, pero no faltan aquellos osados que así sea en curva, y observando que viene otro carro de frente, se arriesgan a avanzar.

De allí en adelante, el ingreso a varios de los pueblos aledaños como Mutiscua y Silos no presentan mayores deficiencias, su gente camina por las calles sin afán y algunos, con ruanas y sombreros.

A medida del trayecto ya se observan estaciones de gasolina habilitadas, pero el precio es de $8.750, muchísimo más cara que en las bombas cercanas a Cúcuta, lo que hace extrañar a los conductores, quienes no tienen otra alternativa que abastecerse bajo ese precio.

Pareciera que quienes tanquean aceleran más sus vehículos, pues llegando al sector conocido como El Picacho se sienten los primeros reductores de velocidad sobre esta vía nacional.

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